Nuestra vulnerabilidad frente al turismo

La vulnerabilidad de El Bolsón y La Comarca Andina”
“NOS DEBEMOS ANALIZAR Y REFLEXIONAR ACERCA DEL ELEVADO Y EVIDENCIADO NIVEL DE SENSIBILIDAD QUE PADECEMOS EN CUANTO A LOS FACTORES QUE VIENEN HIRIENDO AL DESARROLLO DE NUESTRA INDUSTRIA TURISTICA Y CON ELLO EMPOBRECIENDO LA ECONOMIA REGIONAL Y LAS FUENTES DE TRABAJO”
En un rápido repaso de nuestra historia como destino turístico vemos claramente que, en cuanto a los rendimientos objetivamente esperados durante los últimos 25 o 30 años para cada una de las diferentes temporadas turísticas con su posterior resultado, solemos caer cada año en la tentación de lanzar una especie de veredicto que podríamos sintetizarlo en esta frase (palabra mas o palabra menos) “todo pintaba bien pero otra vez sucedió algo que nos terminó perjudicando la temporada”… La pregunta que prosigue sería: ¿Sucede algo tan tremendo, tan nocivo realmente o nosotros nos prestamos como vehículo para que ello suceda? Obviamente que no vamos a poder en la mayoría de los casos evitar ser alcanzados por fenómenos y circunstancias de orden nacional o mundial, pero sí en cambio, quizás, analizar que en algunas condiciones que afecten (en Argentina hay muchas) la economía nacional, podamos adelantarnos y utilizarlas a nuestro favor para con cada fenómeno intentar al menos captar turismo que nos permita mejorar los rendimientos económicos de las distintas temporadas o al menos minimizar sus efectos negativos.
Todo lo antedicho, llamativamente parece no ser suficiente motivo aún para que nuestra comunidad salga de su masoquista zona de confort y se aboque a realizar trabajos de consenso previos a cada verano. Obviamente ahora no contamos con estrategias que nos ayuden y por consiguiente quedamos expuestos en la previa a cada temporada al fantasma de “¿qué nueva calamidad es lo que ahora va a suceder?”.
En cuanto nos vayamos dando cuenta y nos pongamos en marcha, trabajando seria y maduramente de manera creativa previo a cada temporada, antes iremos sumando experiencias que nos mejoren rentabilidad o al menos atenúen o minimicen aquellos efectos que alternativamente venimos sufriendo.
Intentando salir del dramatismo o de una mirada recurrentemente pesimista debido a esa sensación tan popular, tan escuchada, tan pensada por tanta gente, de que “todo nos pasa a nosotros” nos daríamos cuenta de que no siempre pasa algo que nos arruina la temporada sino que a veces no pasa nada raro y todo sale mas o menos bien. Dado ello entonces podríamos remplazar aquella expresión por otra que sea más objetiva o más acertada o menos dramática que diga: “muy seguido sucede algo, en el verano o previamente, que nos implica la merma o el fracaso de los ingresos por turismo”
Comparativamente si analizáramos a otras regiones que cuentan al turismo como recurso económico central, como nosotros, veríamos que sus niveles de vulnerabilidad son mucho más bajos que los nuestros.
Interesante sería ensayar al azar y pensar cuáles fenómenos atípicos o no buscados podrían acontecerles particularmente a otras regiones del país, por ej a Mar del Plata, la Costa Atlántica, Las Grutas, Sierras de Córdoba, Jujuy, Mendoza, Bariloche etc. Si bien puede ser que en alguna temporada en particular a ellos también les trascienda alguna calamidad o catástrofe, su falta de recurrencia de fracasos temporada tras temporada, hace suponer que allí los diferentes sectores sociales manejan algún tipo de “acuerdo social” por el cuál se protegen de ser blanco de los posibles y variados tipos de boicot (o auto boicot) que hoy en día surgen a partir –entre otras cosas- de las erradas maneras de difundir noticias, o de lanzar en crudo informaciones locales que terminan sirviendo a prestarse a que otros competidores sin piedad o intencionalmente las difundan generando daño en nuestro nombre. Plantearnos el efecto veloz de propagación de las noticias debido a las redes sociales, como excusa o como algo nuevo imposible de atajar, comienza a verse como una infantil treta autoinvocada convincentemente para no asumir nuestra desidia o nuestra ingenuidad e inoperancia pues la invasión de la veloz virtualidad ya no es algo nuevo sino que lleva varios años evidenciándose como condimento trascendente de una nueva realidad que vino para quedarse.
En todas partes pueden suceder cosas desagradables o daños no deseados tal cual sucede actualmente: puede haber inseguridad en las calles o en las playas o en los diferentes recorridos turísticos, o puede haber casos de Hanta o algún otro tipo de enfermedad, o incendios huracanes, volcanes e inundaciones, o gente en marchas reclamando, o corrupción política entreverada con millonarios intereses que terminan influyendo en una utilización cuestionable de las fuerzas de seguridad como lo fue en su momento nuestro autoadjudicado caso Maldonado. En muchos lados puede haber reclamos por tierras o desalojos conflictivos, pero ninguno de estos fenómenos ni otros termina por arruinarles sistemáticamente cada temporada como lo hacen con nosotros.
Aquí vienen siendo innumerables los factores que terminan repercutiendo en resultados que espantan al turismo siendo que algunos de ellos se evidencian como llamativos síntomas de nuestra incapacidad para comprender el valor que tiene el turismo como recurso, ya que contribuye a mejorar ingresos de mucha gente que no cuenta con sueldos del Estado, pero que a su vez con sus impuestos de alguna manera banca y sostiene al Estado para que pueda pagar esos sueldos. Cabe destacar –ya que viene al caso mencionarlo- que esta ausencia de conciencia acerca de ello está siendo vista por los emprendedores privados como algo que al menos evidencia una patología del sector público de nuestra sociedad, resultando éste victimario del sector privado y así generando un infartante efecto de pisada de elefante sobre el pecho de cada emprendedor o prestador de servicios privado.
Quizás no sea posible resolverlo fácilmente pero indudablemente que encararlo, pensarlo, masticarlo y digerirlo está en nuestras propias manos.