Inequidades arbitrarias entre el Estado y nuestra sociedad.

Una sensación de injusticia permanente enloquece a los argentinos hasta conformar una especie de hartazgo recurrente, ese que invade las venas por las que transitan nuestros pensamientos y comentarios del día a día. La pobre y enfermante realidad cotidiana que atenta contra nuestra paz, nuestra tranquilidad y nuestra sensación de seguridad y confianza.
Un Estado que contrariamente a modo de papà contenedor y generador de confianza, termina afectandonos de la manera que lo haría un padre sicòpata, saboteador, violento e incumplidor.
Por mi cuenta aqui se me ocurren algunos ejemplos que a diario brindan pruebas de todo ello y que, sin duda, determinan la desproporcionalidad entre la falta de responsabilidad del Estado y la exigencia que, desde el mismo, se le impone a la gente.
Un Estado que por un lado se muestra preocupado por tener que dejar de subsidiar los servicios de luz y de gas a la gente pero que a la vez, al examinar las facturas que nos llegan, vemos perplejamente que el componente de impuestos que les cargan està cercano al 50%.
Un Estado que desde sus diferentes estamentos (municipal, provincial, nacional) nos cargan con iva, ingresos brutos, patentes de vehìculos - más tantas decenas de impuestos y tasas disfrazadas - pero que a la vez al ir transitando calles o rutas vamos con, cada bache, partiendo en pedazos a nuestros vehìculos y con ello a nuestra economía familiar.
Un Estado que ante los robos e ilìcitos y actos vandálicos, que a diario sufrimos, se muestra sin capacidad de defendernos y a veces hasta cómplice o propiciador, ya sea por acción o por omisión.
Un Estado que ante nuestros pedidos de respuestas verbales o pedidos de informes por escrito, no solo se toma su tiempo en responder sino que muchas veces se da el lujo de ni siquiera hacerlo o, en el mejor de los casos, patear la respuesta hacia adelante de forma indefinida.
Un Estado que supo con la historia concluir en que la ley y las conductas prioritarias deben contemplar y respetar y priorizar el tan aclamado y saraseado "bien superior del niño". Sin embargo, 2019 (sin pandemia), luego 2020, 2021 y 2022 (también sin pandemia), no ha sabido sostener ni arbitrar los medios para que los chicos puedan tener clases durante al menos alguna semana consecutiva sin paros, ni jornadas de reflexión, ni trucos, para que las clases puedan sostenerse y asi contribuir a ese bien superior.
Un Estado que ve clara e impúdicamente cómo, tambièn sobre costos de alimentos, recaen sus exorbitantes impuestos mientras que, a la vez imprimen billetes sin valor para con ello poder sostener privilegios de funcionarios y para cooptar voluntades o votos. Nos recargan asi con una doble e ilegítima imposiciòn impositiva. Nada más y nada menos que con una terrible inflación ocasionada por la dilución de la moneda.
Un Estado por el cual, con justa razón, se instala en nuestras mentes y cuerpos a cada rato (como sin darnos cuenta) que estamos siendo atravesados por insanos pensamientos que sin duda irán dejando huellas y trastornos que afectan y afectarán tanto al presente como al futuro.
Finalmente la historia encontrará un nombre para atribuirles a los responsables. Quizà ese nombre no sea oligarquìa o casta, pero seguramente ese nombre no serà ni gorila ni peronista, ya que esos calificativos son dos caras de una misma moneda utilizada por los sicòpatas de la historia para asi mantenernos enfrentados y, con ello, lograr sus mezquinos privilegios.

EDITORIAL (por Adriàn Strait)