Los caminos hacia lo irreconciliable son cortos, son simples, son -unicamente- catárticos.
Aparentemente uno dice lo que primero se le viene a la mente, uno se descarga y uno cree sentirse envuelto por la verdad. Sin embargo, los resultados en tal sentido no aparecen, no se dan, y en todo caso cuando se asoman, lo hacen sin contagiar siquiera una mínima gota de paz...tan noble y necesaria.
En el otro extremo de lo irreconciliable, se encuentran aquellos otros, quienes también sienten ser abrazados o adorados y amados por la verdad. Una verdad, tan contundente y divina, que no autoriza planteos ni detenimientos hacia la duda. La verdad a capa y espada.
La duda sería, quizás, poder permitirse escuchar aquellas voces que navegan entre las dos orillas opuestas, que en apriencia se muestran irreconciliables. Voces que pacientemente esperan, mientras el ruido del soplido de los vientos venidos de la costa, agitan tremenda y amenazantemente las aguas que las camuflan...que las preservan. Voces que llenas de luz se sumergen cuidando y protegiendo así el sentido del encuentro, el del verdadero progreso humano. Ello es potencialmente una conciliación que se hunde nostalgica y tristemente, rezandole a los dioses para que la sensatez y el desprendimiento de los egos, puedan hacer pie en las orillas, y asi, en un verdadero camino hacia la verdad comiencen a aplacar las actuales tormentas destructivas que no cesan.
... (por Adrián Streit)